Archivo del sitio

Libro: «El Nombre de la Rosa» de Umberto Eco

Portada

Dos señores van andando por un camino. Larga caminata llevan ya, pues la distancia que dista desde la aldea Sant Ambrogio di Torino hasta su destino, una venerable abadía en lo más profundo del Piamonte italiano, se tarda en recorrer varios días, a pesar del alivio que aporta el utilizar una mula para aligerar la carga del pesado equipaje que han de portar. Las rasuradas cabezas de ambos individuos se mojan a causa de la lluvia, signo inconfundible de los duros inviernos que hostigan a la región en esa época del año.

Uno de ellos otea el horizonte con mirada severa, consciente de la importante misión que el rey Federico ha depositado sobre sus vetustos hombros. La Iglesia Católica está al borde del peor cisma que haya podido conocer la Historia. La sangre de herejes, piadosos, monjes e inocentes es el duro precio a pagar ante esta dura lucha entre el Imperio y Aviñón. Sólo el entendimiento entre la Iglesia del papa Juan XXII y los monjes espirituales de la orden franciscana pueden acabar con esta terrible pugna por el poder que tantas desgracias le está acarreando no sólo al orbe católico, sino al resto de la Europa medieval.

Ante este desalentador panorama lo último que este erudito monje franciscano se espera es encontrarse con la preocupada petición del abad del monasterio: aclarar la misteriosa muerte de uno de sus monjes. Sin embargo la situación se irá transformando poco a poco en una escabechina en la que irán cayendo uno a uno todos los monjes que se atrevieron a intentar descifrar el enigma que encierra uno de los libros prohibidos de la extraña y laberíntica biblioteca que alberga el monasterio.

Guillermo, ignorante de estos próximos acontecimientos charla con su pupilo, Adso de Melk, un joven novicio que se verá atrapado en una red de intrigas y asesinatos que le revelarán la cara oculta de la vida monacal. Detienen a la mula e improvisan una visera con sus manos para proteger sus ojos de la lluvia. Ya se ve a lo lejos la abadía.

Oh, qué bonica

Esta es la intrigante trama de “El nombre de la rosa”, obra que alumbró Umberto Eco en 1980 y que atrapa entre sus páginas como una precisa telaraña tejida con magistral tino. No en vano nos encontramos ante un libro muy jugoso “que va a caballo entre la literatura gótica y el género detectivesco”. Esta última frase la he copiado de la tapa del libro, que si bien normalmente se suelen tratar de críticas exageradas destinadas a darle lustre al culo de la editorial y sumar ventas, en este caso podríamos decir que resume a la perfección el argumento y tono de la novela. Explicar por qué es un libro detectivesco está de sobra, a no ser que no se hayan leído el resto del texto, lo cual me indica que son ustedes un poco tontos por ver este tochaco y ponerse a leer al azar el quinto párrafo.

Sobre el aspecto gótico, y como aficionado al género, habría que decir que no existe mejor entorno para emplazar una obra de este tipo que un edificio o unos personajes religiosos, valga como ejemplo la imprescindible novela “El Monje”, de M. G. Lewis. Y es que los señores cristianos nos han regalado ingredientes muy sabrosos para preparar estos platos: el diablo, inquisidores tan severos como crueles, catedrales de apabullante tamaño y oscuridad, miedos profundos provocados por la culpabilidad, espectros, cementerios, esa extraña relación de amor-odio hacia el sexo… demasiados ingredientes pone a nuestra disposición el cristianismo para cometer la estupidez de ignorarlos. “El nombre de la rosa” contiene todos estos elementos, incluída la sal que no debe faltar en toda obra gótica: la misteriosa muchacha tentadora de medianoche. Bocatto di cardenale, nunca mejor dicho.

Aderecemos esto con una clase magistral de teología, de filosofía cristiana, de sutil crítica al obsceno poder económico y político de la Iglesia Católica medieval, de Historia sobre las órdenes mendicantes y la relación de éstas con la Iglesia, de la interesante historia del movimiento dulciniano, de las disgresiones de Guillermo sobre la relación entre ciencia y cristianismo; y tendremos una novela apasionante para disfrutar a cada página. ¿Todo lo comentado anteriormente encaja en la trama de la novela? Pues sí señor y lo hace a la perfección, porque aunque el abad le encargue a Guillermo de Baskerville la investigación de los asesinatos, no olvidemos que no es esa la razón por la que el monje visitaba la abadía. En ese momento lo que está en juego es la unidad del mundo cristiano, está en discusión si la pobreza de Cristo debe ser dogma de fe. Así pues todo tema tratado en el libro es interesante para conseguir ambientar (lo que llamaríamos lore en los videojuegos) en el piadoso mundo monacal. Sin embargo, y aunque sea un factor fundamental para ayudarnos a entender al personaje de Adso, podríamos decir que se abunda demasiado en los pensamientos de este hacia cierta mujer.

Los personajes son muy variados y cada uno con su rol específico en el monasterio, lo cual les dota ya de ciertas características y personalidad propia. Será fácil imaginar al herbolario Severino rodeado de sus plantas y minerales o al vidriero Nicola junto a los hornos trabajando el cristal y entusiasmado ante las maravillas que le cuenta Guillermo acerca de la óptica. Cada cual cumple con su papel y goza de cierta personalidad propia que le da mucha variedad a la historia. Mención a parte merece el peculiar Salvatore, señor feote con una manera de hablar bastante extraña y un pasado algo turbio.

Por último hace falta decir que es muy recomendable disponer de un buen traductor de latín, ya que no son pocas las veces en las que aparece el dichoso idioma. Si bien no es imprescindible, nos vendrá muy bien para comprender el texto a la perfección. Dicho lo dicho les deseo buena caza y les imploro que no se metan a monjes tras la lectura, que les aseguro que los monasterios son un coñazo y no hay WIFI ni náh. Ah, si les gustó el libro hay una pinícula harto conocida en la que sale Christian Slater de mozo y un videojuego desarrollado en nuestras fronteras.

Salvatore guapetón